El escultor de origen losareño Pedro Terrón gana el Premio Internacional de Escultura Francesco Ciusa

El escultor, de origen losareño, Pedro Terrón Manrique, ha sido galardonado con el Premio Internacional de Escultura Francesco Ciusa, en su primera edición, por su obra “Il Cristo de Galtelli”. La ceremonia de entrega será el 8 de agosto en la ciudad de Nuoro, Cerdeña, con la participación de autoridades del gobierno italiano, también locales, regionales y personalidades del mundo del arte.

Este premio lo concede la Fundación Francesco Ciusa, nombre del escultor más importante de Cerdeña, y en esta I edición ha sido otorgado a Pedro Terrón por su arte, conocido en todo el mundo, pero especialmente en Cerdeña, y en concreto en la región de la Baronia, por su joya artística “Il Cristo de Galtelli”.

Esta espectacular escultura, de 14 metros, situada en el monte Tuttavista, ha convertido la zona en un polo de atracción de peregrinos y turistas. El Cristo tiene su propia fiesta anual y su cofradía. Cerdeña conserva una profunda tradición religiosa heredada de los españoles.

Aunque nació en Madrid, Pedro Terrón Manrique es de origen losareño, localidad donde pasa largas temporadas, concretamente en El Robledo. Es Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y profesor titular de escultura en la Facultad de Bellas Artes de esta misma universidad. A nivel artístico, Terrón Manrique es muy respetado y ampliamente conocido. En el ámbito escultórico su obra es considerada como realismo natural y fantástico. En pintura, Terrón es paisajista y todos sus cuadros se encuentran en colecciones particulares.

Pedro, cómo valoras este premio y cómo te sientes

“¿Cómo me siento? Pues que es lo último que me esperaba. Estoy en el momento en el que me jubilo como profesor y ha venido este premio en pleno cambio abrupto. Es un reconocimiento inesperado a mi carrera y me siento muy feliz”.

Un encargo por teléfono

¿Cuéntanos la historia del Cristo de Galtelli, cómo surge la oportunidad de hacer esta obra?

“En 1998 me proponen hacer un cristo en el monte Tuttavista, en el pueblo de Galtelli, Cerdeña. Contactan conmigo porque tres de mis alumnos de la Facultad de Bellas Artes se apuntaron a una beca de estancia de verano en la isla. El profesor que dirigía la beca, Giorgio Pellegrini, catedrático de Historia de Arte, preguntó a los alumnos si conocían a alguien que pudiera hacer un cristo a gran tamaño y ellos dijeron que sí. Le dieron mi nombre. Al finalizar ese verano del 98 contactaron conmigo y me hicieron la propuesta”.

¿Cómo fue tu reacción cuando te llamaron?

“Yo en principio no me lo creía. Eran unas personas que yo no conocía, que no eran españoles. Sentí incredulidad al principio. Pero luego me hicieron formalmente el encargo y nos pusimos a trabajar“.

¿Fue fácil el proceso inicial?

“Sí. Hicimos un primer boceto a lápiz y lo enviamos. Nos dijeron que no, que ellos lo que querían era una ampliación de un Cristo que tenían en Cerdeña. Un Cristo considerado milagroso, que encontraron en la playa y que está en la iglesia del pueblo de Galtelli. Sobre esa imagen querían una gran escultura para ubicarla en el monte Tuttavista. La talla de la iglesia es de finales del románico popular pero su importancia radica en el significado religioso. Me enviaron, entonces, unas fotos y en base a las imágenes hicimos un primer boceto en barro y luego en escayola. Les mandamos fotos y nos pidieron un trozo del Cristo a tamaño grande. Realizamos la cabeza a 70 por 40 cm. Nos dieron su aprobación. Así, con esa sencillez”.

Una cruz de 14 metros

¿Quiénes formaban parte de tu equipo para realizar la obra?

“El equipo estaba formado por uno de los alumnos que había estado en Cerdeña, Manuel Mediavilla, ahora profesor, una alumna becaria mía, Ángeles Ávila, y mi fundidor. Teníamos que hacer un Cristo en bronce de 7,40 metros. Hicimos un primer boceto a escala 1:40, lo cortamos por la mitad y los ampliamos. Una ampliación significa dejar el volumen (la estructura) colocada en barro. Realizar esa primera ampliación fue un proceso que duró dos meses. Una vez terminada esta fase es cuando viene, por primera vez, una comisión a Madrid. Era el verano del 1999. Por primera vez vimos a las personas que me había encargado el Cristo. Vinieron a ver la ampliación de la cabeza, torso y brazos. Les encantó, estaban contentísimos y se fueron con una ilusión tremenda. El contrato se quedó formalizado y en octubre comenzamos con los procesos de fundición y la segunda parte del cuerpo”.

Hemos hablado del Cristo, pero la obra también lleva una cruz ¿Cómo es?

“La cruz mide 14 metros y es de acero corten. El monte Tuttavista está al lado del mar. Entonces buscamos metales que pudieran soportar la intemperie y, sobre todo, el salitre. Nos decidimos por el acero corten porque es un acero cuya composición le protege de la corrosión atmosférica. La obra era el Cristo en dos piezas en bronce y la cruz, también en dos piezas. Pero, además, hubo más encargos para la Baronia. En concreto, diez copias de la cabeza, una copia, de un metro cuarenta en bronce, del boceto que sirvió para la ampliación y 100 copias pequeñas. Eran piezas para regalar a instituciones que había contribuido a la obra, como el Banco de Cerdeña. También había una pieza destinada al Vaticano”.

¿Cómo se envió todo y cómo fue la instalación?

“Se envió en un camión. El camión viajó en barco hasta el puerto de Alghero. Después por carretera a Nuoro y Galtelli. Posteriormente, fuimos el fundidor y yo porque había que ensamblar las dos medias mitades del Cristo y de la cruz. La cruz se hizo con soldadura y se acopló un pararrayos. En el Cristo se soldaron las manos y los pies a la cruz, pero las dos mitades van ensambladas con una técnica antigua llamada de macho a hembra, no lleva soldadura. Con el propio peso, el torso entra en las piernas, después se meten cuatro tornillos y nadie sabe que son dos mitades. El Cristo fue subido al monte por el ejército, una brigada de helicópteros fue la encargada de colocar el cristo en el punto concreto. Yo no estuve, pero el espectáculo debió ser impresionante. La inauguración fue en verano de 2001. Participó toda la zona, vinieron autoridades y yo me pasé el día firmando camisetas con la imagen del Cristo”.

La Vera es muy difícil de pintar

Además de escultor, eres pintor ¿en qué campo artístico eres más conocido?

“Soy muy respetado en los dos campos. En el de la escultura, por hacer obra propia original que está considerada como realismo no solo natural y fantástico. También me consideran modelador de alto nivel. En pintura he tenido la suerte de vender bastante. Prácticamente toda mi producción está en colecciones particulares. La mayor parte de mi obra escultórica está en bronce. He realizado relieves en cobre, en plata, madera. Mi obra pictórica es todo paisajismo. He hecho paisajes, sobre todo, de las sierras de Madrid, de Segovia y de la Vera.”

¿Qué impacto tiene la Vera en tu obra?

“La Vera es muy difícil, por eso no hay obra. Es bonita, pero es muy complicada de pintar porque es un telón vertical. Los paisajes se hacen en horizontal y hacer un paisaje vertical, de montañas, es complejo. También son difíciles sus colores. Hay unos verdes muy peculiares que no son como los de primavera. No es un verde llamativo de azul y amarillo. Son verdes donde desaparece el amarillo, son verdes con mucho azul pardo y son trabajosos de conseguir porque no hay atardecer, nos lo quita la sierra. La Vera está llena de pequeños detalles y tienes que hacer una paleta muy rica en matices. Me inspira la Vera, pero es muy delicada. Las gargantas son pictóricas, pero también son difíciles. En cualquier caso, una de las vistas más bonitas que hay en la Vera es donde han puesto la residencia de Robledillo, desde ahí se pintan cuadros impresionantes”.

Pedro Terrón tiene el Premio Nacional Francisco Prieto de la Real Casa de la Moneda. Ha realizado más de 200 exposiciones. Su obra está repartida por todo el mundo. Ha participado en las puertas del Museo Romano de Mérida, en el frontal de la Torre del Oro de Sevilla instalado por Moneo en uno de sus edificios o la portada de la Tabacalera en Sevilla. Otro Cristo suyo se puede contemplar en la iglesia de Santa Irene, en Vallecas.

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