Pedro Lahorascala. In Memoriam

El Ayuntamiento de Madrigal de la Vera, ha querido rendir un sentido homenaje a unos de sus hijos predilectos en la hora de su fallecimiento, Pedro García García más conocido cómo Pedro Lahorascala, con este artículo escrito por Eusebio Vaquero Rubio

IN MEMORIAM

Pedro Lahorascala, nuestro querido Pedro “el poeta de Madrigal”, ha fallecido. Quiero que estas líneas sean un reconocimiento a su labor y a su persona. La gran familia de Madrigal le admira con creces y siempre será recordado con afecto y agradecimiento.

Nació Pedro en Madrigal de la Vera en 1931. Aquí pasó su infancia y vivió su primera juventud en el seno de una modesta familia de labradores que emigró a Madrid en 1940, donde ejerció oficios muy diversos al tiempo que iba consolidando su vocación literaria. Asiduo colaborador en periódicos y revistas, fue contratado por el Diario Pueblo como articulista de pensamiento, compartiendo redacción con los que fueron y son la flor y nata del periodismo español. En los años 60 se instaló en Guadalajara, donde le nacieron seis de sus siete hijos y los libros. En la capital alcarreña dirigió las páginas especiales del ya citado periódico, cubriendo una etapa informativa trascendental para la provincia, dedicando especial atención a la vida social y cultural, de la que fue un agudo observador. Propició la fundación del Grupo Literario Enjambre, asociación editora dedicada a los escritores alcarreños, y participó también en el Núcleo Pedro González de Mendoza, en recitales de poesía de Pastrana y en múltiples actividades de la Institución Provincial de Cultura Marqués de Santillana.

Pero ni el periódico ni su trabajo le quitaron tiempo para dedicar más horas a escribir. En 1958 fue finalista del premio Sésamo de novela corta; en 1966 obtuvo el premio de Hucha de Plata de cuentos; en 1981 quedó finalista en el premio de novela corta Ciudad de Barbastro; en 1983 alcanzó el premio de narrativa Ciudad del Doncel (Sigüenza, Guadalajara).

Asentado en la capital alcarreña, Pedro no abandonó su trabajo creativo, dedicado a la novela y el cuento y, primordialmente, a la poesía, que ya le había rendido  sus primeros frutos en Romería de horizontes (1956). A partir de entonces fue la poesía su motivación. Una poesía que rezuma la veta popular y su sentimiento por el mundo rural del que es un profundo conocedor. Pero sus poemarios, afincados en la vida sencilla del pueblo, no abdican de los temas universales.

Las cualidades literarias de Pedro están enriquecidas con un riguroso conocimiento costumbrista. En 1982 publicó Te voy a enseñar mi pueblo, dedicado a Madrigal de la Vera, audiovisual y libro de narrativa y poesía donde recoge importantes elementos folklóricos de Extremadura. En el mismo año presentó Geografía humana y paisaje natural de Valverde de la Vera, audiovisual y libro de igual significado que el anterior. En Guadalajara repitió esta modalidad con la edición de Guadalajara paso a paso (1983).

El rico folklore de la región extremeña recorre sus venas y es un importante recopilador y delicado innovador creativo, siendo coautor de dos cancioneros: Así canta Extremadura (1989)  y Cancionero Tradicional de la Comarca de La Vera (2013). Algunos de sus poemas han sido musicados por Manantial Folk, grupo del que ha sido mentor literario.

Su padre le enseñó a amar a la naturaleza y siempre cultivó su afición al campo y, así, labrador en su propio prado, supo crear su Giberny particular y recrearse en su dulce mansión del Prado del Poeta a la vera de Alardos, su verdadero refugio madrigaleño y auténtico solar familiar, donde se retiraba en verano. Era un hombre de alma ancha y hospitalaria. Le gustaban Madrigal y sus gentes, quizá porque en ese ambiente se sentía a gusto y predispuesto a hablar, pegando la hebra con los lugareños porque conocía bien sus palabras, modismos y expresiones rurales. Entusiasta de la familia, fue una persona extremadamente sensible. Acaso reservado, tuvo una imagen de hombre recoleto, aunque en realidad escondía un carácter de hombre sencillo, sin fingimientos y muy amable en las distancias cortas.

 La obra literaria de Pedro Lahorascala brinda el pulso de una tierra en la que, con sus riquezas y pobrezas, prima el latir pausado de sus habitantes. Su vocación literaria ha tenido un origen tan natural como fortuito: paradigma del autodidacta, se hizo a sí mismo. El Pedro sedentario pronto se hizo nómada y siempre aprovechaba cualquier motivo para asomarse al paisaje. Sus mejores creaciones están estrechamente ligadas a lo rural, sobre todo cuando a ello le añade factores humanísticos que convierten su narrativa o su poesía en visión social.

Escritor de trayectoria abundante, su obra no cesó de crecer y consolidarse. Es autor de una treintena de libros publicados, de los que veintidós son de poesía. Ha obtenido premios y distinciones en Periodismo, Narrativa y Poesía, Pregones y Recitales Poéticos, siendo distinguido por el Diario Nueva Alcarria, de Guadalajara, como Popular del Año por su labor poética y cultural en varias ocasiones (1984, 1986, 1996). Entre los premios recibidos destacan: Hucha de Plata (cuento, 1966); Ciudad del Doncel (narrativa, 1983); Albatros (poesía, 1985); León Felipe (poesía, 1985); Ciudad del Doncel (poesía, 1986); Señorío de Molina (poesía, 1986); Tamarón (periodismo, 1989); XXVI Juegos Florales de Ávila (1991); José Antonio Ochaita (poesía, 1991); Nueva Alcarria (narrativa, 1996).

Pedro es un todoterreno literario, pero, sobre todo, se siente poeta. Su poesía es culta y riquísima en neologismos y matices sintácticos, que se enmarca en la mejor tradición de la poesía intelectual castellana. En su evolución creadora jamás vaciló en aprender y revolucionar a su manera –que es como se suele referir al estilo– dando pruebas de versatilidad. En los años, ya colmados de madurez, supo amoldarse de nuevo a su entorno, Castilla, pero sin renunciar a “su” Extremadura. Sus poemas arrastran de uno a otro, como la corriente de un río, y rezuman una devoción casi religiosa por el paisaje y el paisanaje, que, con talento, supo dulcificar o sublimar.

El mundo de Pedro anida, como en ningún otro lugar, en la poesía. Los mundos posibles, imaginarios y reales y ese lugar donde unos y otros se cruzan, lo encuentra Pedro en el verso gracias a la magia de la palabra. La poesía es el género del presente que hace que las cosas sean, porque están siendo cuando las dice. Nuestro poeta llega a captar el mundo, en su poesía, no por la razón, sino por los sentidos. Pedro abre bien las ventanas del cuerpo y con ellas se entrega a captar la realidad en un estrecho y ferviente abrazo.  Y es por ello que su poesía es un excelente licor poético para beberlo a tragos cortos. Su poesía destila lirismo y un prodigioso hilo narrativo, como, por citar alguno, puede apreciarse en los poemarios Romería de horizontes (1956), Canciones para ir a la tierra (1984), Tierra o cántico (1986), Corazón Oeste (1988), De sombra a luz (1988) o Memorias de la piedra (2003). En ellos las palabras no se quedan en letras a leer sino que semejan voces para oír: hablan, reverberan, hacen eco, suenan y resuenan como notas de música, con lo que sus poemas albergan fragancias de partitura. Pasar y repasar los poemas de Pedro es encontrarse con la espontaneidad y sencillez.

Nuestro querido Pedro ha sido muy valorado por sus colegas poetas. Jesús Delgado Valhondo explica que Pedro es un poeta de categoría. Carlos Murciano alaba su poesía caliente y verdadera. Carmelo Guillén Acosta señala que su poesía es una sugerencia, una intuición, un dibujo del natural apenas esbozado pero de fuerza definida. Jesús Hilario Tundidor destaca que nuestro poeta es la palabra hecha poema. Para el también poeta extremeño Ángel Sánchez Pascual quedaría incompleta una panorámica de la poesía extremeña si no incluyera a Pedro Lahorascala, a quien destaca junto Alfonso Albalá y Santiago Castelo.

Pedro Lahorascala, en su fascinante viaje literario, ha contribuido activamente a conservar el patrimonio cultural de Madrigal y a proyectarlo al exterior; por ello, el pueblo siempre estará en deuda con el poeta. Con Pedro se rompe el viejo dicho de que “nadie es profeta en su tierra”, porque Madrigal reconoce y siempre reconocerá los méritos de su persona y de su impresionante obra literaria.

De Madrigal ya lo dijo Pedro: “Nunca me he ido, siempre estoy aquí”. Está claro que Pedro nunca se irá del todo. Sapientísimo en amores que abundan en sus poemas, siempre estuvo amorosamente unido a su pueblo natal; por ello, acercarse a su figura humana y a su obra ayuda a conocer cómo fuimos, cómo somos, las costumbres y las tradiciones. Los poemas de Pedro empapan el alma de Madrigal. En la geometría de los afectos, decir Pedro Lahorascala es decir Madrigal. Nadie, como nuestro periodista–escritor–poeta, ha ofrecido una relación tan íntima, inspirada y prolífica sobre su bienamado pueblo.

Nombrar a Pedro es saber que sus sueños viven en el eco de sus poemas y que en ellos sobrevivirá el amor a su pueblo. Él mismo lo recuerda: “Mi linaje enredado en tus linajes // y mi sangre en tus sangres enredada”. El romance de Pedro con Madrigal empieza y no acaba.  Pero, además, Pedro es piedra que él, alquimista de la palabra, convierte en oro con el que enriquece su extensa obra literaria y con el que, en el verso, reluce Madrigal, un pueblo que se honra al recordarle. En un soneto él mismo confesó su afición: “Peregrino de rondas en tus calles // de bailes en tus plazas peregrino…”.  Bien sabemos nosotros –porque nos ha dado muchos motivos para ello– que Madrigal está en su corazón. Pero no hay duda alguna de que en el corazón de Madrigal está Pedro.

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