El viernes quedó inaugurada la XI edición de Tejiendo la Calle en Valverde de la Vera. Once años de un proyecto de gran repercusión, tanto nacional como internacional, que está siendo replicado por numerosos municipios. La novedad de este año son los parasoles que representan especies vegetales protegidas, así nos lo cuenta Marina Fernández, la arquitecta valverdana artífice de esta iniciativa.

Marina, ¿qué novedades trae la XI edición de Tejiendo la Calle?

“Este año hemos continuado con las piezas que hacemos tradicionalmente con técnicas tradicionales, tipo ganchillo y otras técnicas textiles que vamos investigando. Para esta edición hemos comenzado a trabajar con un nuevo material plástico, que ya lo probamos el año pasado, con el que hemos creado una tipología de piezas diferentes. Lo que hemos hecho es representar, o visualizar, flores de especies vegetales que están protegidas en la zona de la Vera y en otras zonas de la península. Ahora, ellas nos protegen del sol y las traemos a la calle para significar que nosotros debemos cuidarlas a ellas. Nos hace también mucha ilusión contar con una pieza, un mantel en patchwork, que hemos realizado con madres de hijos que tienen TEA, trastorno del espectro autista. Es de una iniciativa muy valiosa que se llama Empower Parents que lleva haciendo proyectos durante 10 años en el museo ICO de Madrid. Cada madre ha querido expresar una experiencia personal íntima con respecto al TEA. Se utiliza el lenguaje visual, en vez de las palabras, para comunicar la historia de vida de estas familias y sus hijos para que los espacios culturales sean más inclusivos. También contamos con piezas realizadas con redes de pesca reutilizadas. El padre de Asier Rúa, miembro del equipo que lleva muchos años documentando el proyecto con fotografías, es marinero de un barrio de pescadores de San Sebastián y es redero, que sabe tejer redes, y tiene algunas que ya no las utiliza y no las ha cedido para que hagamos intervenciones. Una de estas redes ha sido transformada por los más pequeños del pueblo en el campamento”.

En estos once años el proyecto ha evolucionado mucho y tenemos la impresión de que, a veces, hay más estética que sentido práctico, el de dar sombra a las calles, ¿qué opinas?

“Son piezas que tienen diversas funciones, por un lado está la función más práctica, de aportar sombra a las calles, pero hay otras funciones que son muy importantes como la función simbólica o comunicativa. También una función de aprendizaje. Hay mujeres que hacen unas piezas con un saber hacer de muchos años, con un conocimiento muy arraigado de este tipo de piezas, y otras personas que están aprendiendo. Los parasoles son muy diversos, por ejemplo los parasoles picaos, que se ubican en la calle de Las Cabezuelas, son los que aportan más sombra porque el tejido es menos permeable y utilizamos telas que se realizan con botellas de plástico recicladas. También tienen menos perforaciones. Sin embargo, hay otros en los que gana la parte más expresiva, simbólica o comunicativa, en la que la persona, que lo ha realizado, pone más énfasis en esas cuestiones. También los dibujos que se proyectan en el suelo son más reconocibles. En realidad, creo que es muy interesante la combinación de todas estas opciones. Lo que es muy enriquecedor es que haya muchas maneras de hacer las cosas, tantas como personas y formas de realizarlas”.

Actualmente, ¿qué tipo de plásticos estáis utilizando?

“Tratamos de reutilizar la mayor parte de plásticos, sobre todo los que vienen de la bolsa de la compra, que cada vez está más regulado y hay menos en circulación. Adquirimos telas de colores que se crean a partir de botellas de plástico que se recogen en las costas de Alicante. Y este año hemos reutilizado una gran lona de plástico que estaba cubriendo una fachada en la Gran Vía de Madrid. Con ese material hemos creado las flores. Es decir, tratamos siempre de ir introduciendo diferentes materiales plásticos y probando distintas formas de transformarlos”.

Os dejamos la entrevista en vídeo y un álbum de fotos: