Dominios del olvido, la primera novela de Juan A. Paniagua es un thriller ambientado en la Vera
La Comarca de la Vera es el escenario principal de la primera novela del losareño Juan Antonio Paniagua, un relato de suspense titulado “Dominios del olvido”. El autor nos sitúa en 1955, cuando se levantaron los pueblos de colonización, y en 2009, cuando el protagonista regresa para descubrir la verdad sobre el asesinato de su padre. Una thriller, enraizado en la vida social de nuestra tierra, que atrapa desde el primer momento. No os perdáis esta entrevista.
Nacido en Losar en 1954, Juan Antonio Paniagua es doctor en Filosofía y licenciado en Teología. Actualmente vive entre Losar y Madrid, y acaba de publicar su primera novela, Dominios del olvido con la Editora Regional de Extremadura. Es una novela ambientada en el norte de Cáceres, el Madrid de los Austria y en zonas concretas de Francia e Inglaterra. Solo en Extremadura no aparece ningún nombre real para “no vulgarizar la novela”. En cualquier caso y según el autor, “la Comarca de la Sierra esconde un aire familiar perfectamente reconocible”. La novela fue presentada en Plasencia hace unos días y contó con la presencia de Virginia Aizkorbe, directora general para la Animación de la Lectura de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.
Se trata de un relato de suspense, de un thriller, enraizado en la vida social de nuestra tierra, que atrapa desde el primer momento. La trama arranca en 2009, cuando un profesor de Lengua y Literatura, que imparte clases en un colegio internacional de Francia, aprovecha el año sabático para regresar a España y viajar hasta Fuentelobo, lugar donde mataron a su padre unos meses antes de que él naciera. Su propósito es desentrañar quién o quiénes lo mataron. Con ese reto y la conciencia de culpa por no haber afrontado los fantasmas del pasado, intenta cerrar viejas heridas en plena etapa otoñal de la vida.
De esta forma, el autor nos lleva a 1955, cuando se levantaron los pueblos de colonización. Son los años cincuenta y en la comarca de la Sierra escasean las tierras debido al fraccionamiento provocado por las herencias. En ese contexto surge un conflicto relacionado con las maniobras políticas para que no se construya un pueblo de colonización a varios kilómetros de Fuentelobo. Con un asesinato y ese primer hilo conductor, la novela nos lleva por la historia y la etnografía de la Comarca. No en vano, Juan Antonio tiene publicados tres estudios etnográficos sobre Losar de la Vera: uno histórico, otro de arquitectura y el tercero sobre el ciclo de la vida (pueden encontrase en la página web del pueblo).
“En esta novela he aprovechado mis conocimientos de historia, etnografía y costumbres populares de la Comarca de la Vera para recrear el relato de ficción. Hay, por ejemplo, una página chispeante y desenfada cuando una antropóloga joven relata algunas costumbres amorosas en el siglo XIX. Ese texto se basa en un estudio del Ateneo de Madrid. En el año 2001 envió encuestas a diferentes lugares, y en la Comarca de la Vera el responsable de contestarla fue un médico del Guijo de Santa Bárbara. Otro tema tratado con mimo es la relación lenguaje-mentalidad. Así, en los años cincuenta aparece la Guardia Civil con su peculiar jerga a través de los atestados. Lo investigué en el museo que la Guardia Civil tiene en Madrid. Otro de los temas de la novela es la ruta del contrabando de café desde Portugal. En este caso me asesoró un guardia civil mayor experto en esas rutas de contrabando del norte de Extremadura. También se recupera una antigua leyenda de la sierra basada en un hecho real y de tintes dramáticos. Está sacada de una tradición oral que apenas perdura entre los descendientes de los antiguos cabreros de Losar”.
Etnografía
Los estudios etnográficos de Juan Antonio también se sustentan en la obra de Caro Baroja sobre Extremadura y, por supuesto, en su trabajo de investigación.
“Conocí a Caro Baroja en Madrid y pasé dos semanas en Vera de Bidasoa (norte de Navarra) para entender mejor sus investigaciones etnohistóricas. En esos días pude conocer la casa que compró su tío, Pío Baroja, a comienzo del siglo pasado; y su famosa biblioteca. Y durante dos veranos, también estudié los archivos de la parroquia de Losar descubriendo auténticos tesoros. Es el caso de una bula de Pablo III para una cofradía conocida como las Minervas. Quedé muy sorprendido y no dejaba de preguntarme cómo pudo llegar esa bula pontificia a un pueblo perdido del norte de Cáceres. Luego me enteré de que en Losar se decía, en los años 50, “vamos a las minervas”, que era un rito litúrgico relacionado con la festividad del Corpus Cristi. Pues parte de esos materiales, quedan reflejado en el relato de ficción”.
Esta novela de Juan Antonio habla de dos España, la de 1955 y la del 2009. Los personajes hablan con su propia voz. Es un retrato variopinto sin juicios de valor y muchos guiños a los lectores.
“Empecé el relato con personajes estudiados, pero con el desarrollo de la trama algunos, que no estaba llamados a tener un papel relevante, fueron cobrando importancia. Es el caso de Margarita, la joven antropóloga que está escribiendo su tesis doctoral sobre las costumbres de la Comarca de la Sierra. Representa, mejor que nadie, la actitud de las nuevas generaciones con su lenguaje desenfadado a la hora de expresar los propios sentimientos. También está el papel de la iglesia y su relación con el poder; así como el franquismo con sus varias familias: falangistas, monárquicos y militares de carrera. Otro personaje curioso es Hildebrando Antoniutti, nuncio apostólico en España durante el asesinato del padre del protagonista. En este caso la investigación está hecha en Madrid y coincidió con la desclasificación de los documentos secretos del Vaticano relacionados con el final de la guerra civil española; y esos documentos fueron de suma importancia porque algunos temas históricos de la novela están sacados de ellos”.
Juan Antonio nos desvela en qué está trabajando en este momento.
“He terminado un ensayo novelado que recoge mi experiencia didáctica como profesor de filosofía. Se trata de una obra pensada para gente de bachillerato o para personas que desean conocer cuáles son los temas filosóficos fundamentales desde la antigüedad hasta nuestros días. Se titula La cumbre encantada. Viaje en tres jornadas. Y como no podía ser de otra forma, tomo como pretexto la orografía de la sierra de Losar para desgranar, de forma amena, esos temas a lo largo de las tres jornadas que dura la subida de un padre y su hijo, estudiante de bachillerato, hasta la cumbre. De hecho, fue mi hijo el que inspiró el relato. Ahora falta pulir el manuscrito (me llevará varios meses) y que una editora quiera publicarlo. Algo nada fácil”.
La maldición histórica de Losar
Paniagua es un enamorado de Losar. Nos confiesa que aquí está en la gloria, y que la Comarca de la Vera es como una pequeña y entrañable “toscana italiana”. Es donde mejor vive y escribe. De hecho, la mayor parte de sus últimos textos los ha redactado en el pueblo. Es, sin duda, el mayor estudioso de Losar y atesora conocimientos como éste:
“Losar o El Osar, como fue conocido en la antigüedad, ha padecido una especie de maldición histórica. Por razones caprichosas del azar, la Vera quedó dividida en señoríos autónomos y pueblos que dependían de Plasencia. Es el caso de Losar, pero los 60 km. que no separan de la ciudad fundada por Alfonso VIII en 1186, supuso una distancia insalvable hasta que se trazó la carretera que une Madrid con Plasencia, a finales de los años veinte del siglo pasado. Hasta entonces, solo un viejo camino, prácticamente de herradura y por el que transitaban los pocos arrieros que iba y venían con sus cargados burros, comunicaba ambas poblaciones. ¿Quién se iba a ocupar, entonces, de este pueblo, de Losar? Era una tierra perdida en una especie de lejano oeste y siempre amenazada por los señoríos de Valverde y los condes de Oropesa hasta la caída del Antiguo Régimen. Quizá por esa razón, en la encuesta de uno de los ministros de Carlos IV sobre la situación de los pueblos de la Vera a finales del siglo XVIII, Losar aparece como uno de los más violentos. Un hecho provocado por el aislamiento secular y la falta de tutela por la mencionada lejanía de Plasencia. De todas formas, conviene señalar, como hecho positivo, que Losar se libró del feudalismo primitivo de los Condes de Nieva, nuestros vecinos del este; pero tampoco gozó, como es el caso de Jarandilla, del espíritu renacentista y poderío económico de los condes de Oropesa. Y así, contando Losar con una sierra envidiable y las gargantas de Cuarto y el Vadillo como fuentes de riqueza, nunca logró desarrollar todas sus potencialidades económicas y culturales como villa dependiente de Plasencia y más tarde de la propia corona, como testifica el escudo real de los Reyes Católicos en la fachada del templo parroquial Santiago Apóstol. El segundo más grande de la comarca de la Vera”.