Este fin de semana se abren al público las casas musealizadas del Castro Celta del Raso (Candeleda) para visitas guiadas

Es posible a partir de este fin de semana participar de las visitas guiadas al Castro de El Raso en las que se explica el conjunto arqueológico y se accede al interior de las casas musealizadas.

En las visitas guiadas se conoce tanto el Castro Vetón como las circunstancias históricas que determinaron su origen y su definitivo abandono.

El precio de la visita guiada y la entrada a las Casas Musealizadas es de 3€ (a abonar en efectivo al guía). La duración de la visita es de 40 minutos, aproximadamente.

HORARIOS DE VISITA CASTRO VETTÓN EL FREÍLLO:

Los días pintados en amarillo en el calendario hay tres pases, a las 11:00, 12:00 y 13:00h.

Reserve su visita llamando y por whatsapp al 681 94 21 37. Horario de atención al visitante de 9.00-14.00 de jueves a domingo.

También se hacen visitas guiadas para grupos escolares y visitas para grupos infantiles.

VISITAS MUSEO ARQUEOLÓGICO EL RASO:

Imprescindible para concluir la visita y ver los restos arqueológicos encontrados en los diferentes asentamientos de la zona.

HORARIO INVIERNO (OCTUBRE-MARZO) 

Viernes: 17.00 – 19.00

Sábados: 10.30 – 15.00   17.00 – 19.00

Domingos: 10.30 – 15.00

HISTORIA DEL CASTRO VETTÓN “EL FREILLO” DEL RASO

Situado en la zona media de la Cordillera Central, en su vertiente meridional, junto a las gargantas que ruidosamente transportan el agua que baja de las cumbres de la Sierra de Gredos, con frecuencia cubiertas de nieve, hasta el valle por el que discurre tranquilamente el Tiétar, remansado en la actualidad en esta zona por el Pantano del Rosarito, allí donde comienza la Comarca de La Vera.

Inicialmente los vettones se instalan en el llano creando el poblado de El Castañar. A mediados del s. III a.C., las gentes de origen céltico de dicho poblado asentadas allí desde hacía dos siglos, comienzan a ser molestadas por los cartagineses que han venido a la Península a preparar la guerra contra los romanos y la recorren en busca de dinero y soldados, a los que ofrecen un futuro prometedor. Aníbal llega así hasta Salamanca. En su camino se enfrenta a los indígenas que les ofrecen resistencia y destruye sus poblados. Entre ellos se halla, seguramente, el de El Raso.

Destruido su poblado, los indígenas deciden trasladar el emplazamiento del poblado, fijándolo en una colina inmediata, cercana a sus campos y a sus muertos, y a cuyo pie discurre la Garganta de Alardos. Fortifican el lugar con una gruesa muralla de unos dos kilómetros de longitud, que refuerzan mediante torres en lugares estratégicos. Por delante cavan un ancho foso y en el punto más alto, levantan un potente bastión que, aún llaman «el castillo». Más arriba todavía, como queriendo dominar también la vertiente opuesta del valle, alzan otro de menor envergadura, pero suficiente para albergar un cuerpo de guardia «el castillejo».

En el interior de este recinto bien amurallado y protegido, comienzan a levantar sus nuevas viviendas, unas 600 aproximadamente.
Posiblemente, el nuevo poblado no tuvo tantos habitantes como el anterior, pero su número nunca fue inferior a los 2.500.

A mediados del s. I a.C, los romanos puede decirse que dominan la Península casi en su totalidad. Han sido más de 150 años para lograr conquistarla, y ya está en proceso de romanización, que se va imponiendo progresivamente en los distintos territorios con diferente intensidad. A los indígenas que viven en lugares altos fortificados se les ordena derribar sus murallas y trasladarse al llano. Son los tiempos de Julio Cesar, por quien fueron acuñadas las monedas más modernas encontradas en el poblado.

Las gentes de El Raso van cumpliendo la orden paulatinamente. En el poblado dejan de construirse nuevas casas. Las viejas van quedando poco a poco abandonadas y se van hundiendo. Algunos, antes de irse, han escondido en ellas sus pocas joyas y su dinero, para salvarlo de la codicia del vencedor, y con la secreta esperanza de poder volver algún día a recogerlo. Pero algunos no podrán hacerlo y llegan a nosotros, con aquellas cosas que no merecía la pena llevarse consigo, por demasiado grandes o especialmente pesadas, y con aquellas otras que quizá ya estaban fuera de uso. El puñal y la punta de lanza; la pesa de telar y la fusayola, la piedra de moler, la azada, la hoz, el percutor, la piedra de afilar, la lima, las tenazas, y otras herramientas que nos indican cuáles eran en cada casa las ocupaciones habituales. Y junto a ellas, la fíbula, la hebilla, la aguja decorada con nielados, el broche de cinturón y algún otro elemento de adorno, generalmente de bronce, entre los que ya aparecen alguno de origen romano, el espejo de bronce o de plata, como signo de su creciente influencia entre la población indígena.

Actualmente, en el Museo Arqueológico Municipal sito en El Raso se exponen una serie de urnas funerarias de la necrópolis de El Arenal y diversos elementos de la vida cotidiana en el castro amurallado. Es un complemento imprescindible a la visita guiada que se desarrolla en el Castro, y contiene elementos de asentamientos anteriores a la presencia de los vetones en esta zona (pinturas rupestres de Peña Escrita, Castro Del Prao de la Carrera), y relata la presencia arqueológica de los vetones en esta zona de El Raso siendo considerado uno de los más completos del mundo céltico, pues se compone de un poblado abierto, su necrópolis, un castro amurallado y un santuario.

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